martes, 24 de agosto de 2010

Cuen-titos -El Cuarto del horror-

Eran ya las 3:00 am, el reloj marcaba una y otra vez la misma hora en su cabeza, el cuarto del horror había poco a poco reinando la madrugada, aventó de un movimiento el par de sabanas casi transparentes que lo cubrían, no tenía frió ni sueño, estaba fatigado y con la garganta seca, se acerco al rincón donde estaba el garrafón de agua, vació, miro el refrigerador, vació, la botella de vino de $600.00 que había comprado en un impulso alocado en el Superama, vacía.

Pensó en salir a buscar un minisuper abierto y comprar alguna porquería, pero sabía que si salia el cuarto del horror ganaría la partida, se apoderaría completamente de la habitación y el no lo podría soportar, era mejor vigilar, permanecer alerta; busco en los sucios pantalones la Blackberry, no había actualizaciones, busco el ipod, sin batería, era la hora de la soledad, busco algún recuerdo grato en la memoria y no encontró nada, ni siquiera un recuerdo malo, en verdad el cuarto del horror avanzaba inexorable, ahora se había apoderado de sus pensamientos, los vaciaba de su cabeza, para después rellenarla con esos otros pensamientos que tanto daño hacían.

No tardaría mucho en encender un cigarro y fumar mecánicamente, lo sabía así que busco en la chamarra colgada detrás de la puerta y hallo la cajetilla, saco un cigarro y busco el encendedor en la misma chamarra, lo encendió, la nauseas llenaron de golpe la garganta, el asco ascendió desde el estomago hasta sus ojos, contuvo el vomito con una arcada, era mejor no fumar a esa hora, era lo que el cuarto de horror esperaba, que fumara, que se rindiera, lo sabía, pero sabía que era una batalla perdida, no faltaba mucho para saberse derrotado, busco en el gabinete del lavabo y saco la caja metálica, fascinante como siempre, fría como siempre, la abrió con ese respeto sagrado que solo por esa caja podía sentir, ahí estaba, el corazón del cuarto del horror, frió, inmóvil, sordo, mudo, estúpido; estaba cargada, era el momento decisivo "o matas o mueres" decía la inscripción en la culata, o las dos cosas de una puta vez, pensó, el cuarto del horror estaba por ganar, pero el soporto estoico inclinado en el lavabo apuntando en su sien, reflejandose en el espejo, como un desconocido, sonó al fin la alarma del  despertador, el corazón del cuarto del horror fue devuelto con devoción a su lugar, el se vistió; traje obscuro, camisa clara, zapatos perfectamente boleados, rasurado, pensó al salir de casa que nunca es fácil vencer al cuarto del horror si uno se gana el vino siendo sicario.

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